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jueves, 18 de noviembre de 2010

EL OFICIO DE ESCRITOR

Estaba pensando, bajo el frío y el atardecer, en el oficio de escritor.

¿Por qué me dió por escribir?

Me pongo a recordar, aquella máquina de escribir portátil, pequeña, gris. De la marca Amaya, era de mi padre. Su letra, muy pequeña. El teclado duro, había que apretar mucho los dedos sobre él. Las cintas empapadas en tinta para imprimir el papel. El despacho de papá, con su mesa de caoba tan bonita, los herrajes de los tiradores de los cajones. El armario detrás, también de caoba, con una de las puertas acristalada. La lámpara de mesa, que siempre dió una luz cálida. Y un día, puse el papel y escribí mi primer cuento. Visto desde ahora y contando que yo tenía unos trece años, es bueno. Se nota que por entonces yo leía a Miguel Delibes, pues se desarrolla en las tierras manchegas, áridas y calientes. Lo titulé El Abuelo y le tengo un cariño especial.

Pero decía que porque me dió por escribir. Como desde los seis años he sido una lectora voraz, supongo, que era una consecuencia natural: de escuchar (leer) historias, contar una historia. Siempre me ha gustado escuchar y contar historias. Durante una época, tuve mucho trato con niños y les encantaba como contaba yo los cuentos. Describir una situación, hilar cómo los acontecimientos se reúnen para estallar en un conflicto y por último, el desenlace, que da sentido a toda la historia.

Creo que he seguido escribiendo por eso, porque me encanta contar historias. También creo, que escribo porque yo veo en mi mente lo que ocurre, tal como si fuera una pelicula, y es muy divertido. Me encargo de transcribir lo que sucede, y es sencillo. Adoro cuando los personajes, que yo he inventado, se arman su propia historia y se independizan de mí. Es entonces cuando la historia empieza a sonar y yo, a la vez que la escribo, la escucho.

El oficio, sin embargo, requiere mucho más que esto.
Hace falta dominar el lenguaje, la gramática, la semántica, la ortografía. Es necesaria una estructura de escritura, saber donde vas y donde estás en cada momento.
Documentarse es uno de los elementos previos  que resulta imprescindible.
Escribir y reescribir.
La ayuda de los sparring, para calibrar el efecto de lo escrito en otras personas.
Y también, aunque resulta menos interesante, conocer cómo y dónde publicar, tener contactos, hacer una buena promoción de la obra.

De todos modos, excepto el talento para contar historias, todo lo demás se puede contratar.
Para mí, no obstante, es excitante el proceso completo.
Tal vez más adelante, cuando haya publicado una docena de libros, me de por contratar una secretaria o una agente literaria, para que me alivien de rutinas, importantes pero repetitivas que son las que no soporto en mi vida.

Creo que puedo afirmar, que sin ser soberbia y ponerme a la altura de los grandes escritores, soy escritora, que no es lo mismo que escribir.
Me encanta serlo, porque mis días están plagados de sorpresas: un detalle, una situación, una información, que llega a mí y provoca que se me ocurra una historia, o un párrafo de una historia. Es fascinante.

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